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Foto do escritorHelida de Lima

Material Rústico e Reutilizável


Quando estivemos no Chile, visitamos as casas do poeta Pablo Neruda.

"La Sebastina", uma de suas residências, me impressionou! E ao sair recebi o poema que o poeta fizera para este lugar.

Nunca mais esqueci esta experiência.

A casa do Sítio foi construída quase dez anos depois de eu conhecer "La Sebastina".

Vive nela, um pouquinho do encanto deste momento.

Subir no platô, ver a Cachoeira, caminhar pelas estradas e trilhas foram ações que criaram em nós uma vontade de nos misturar com o ambiente.

Pensamos demais nos materiais de demolição, pela história, pelo antigo, pela permanência e insistência.

O novo anda desgastado.

Acreditamos que estes artefatos já usados ou com acabamentos manuais carregam memórias, emoções, texturas, cheiros, tão específicos de seus lugares, são marcas de vida. Neruda poetizou suas portas vindas de outras casas, este poema nos entrega esta sabedoria, a memória de outro que se faz a nossa. No Sítio há:

Tijolos de demolição com datas de fabricação e corroídos pelo arrancar de sua primeira morada.

Madeiras estriadas pelo tempo, com tintas de outras casas e climas.

Azulejos ralados e encardidos pelo pisar de sabe-se lá de quem.

Ladrilhos marcados pelas ceras de faxinas de tempos passados.

Toras de eucalipto tratadas, vindas de florestas de plantio para este fim, mas e a floresta? Vive lá registros deste "tempo árvore".

Vidros retirados de outras lojas, remanejados, com marcas e riscos de seus antigos adesivos.

Bacias de ferro ágata, tornadas pias, buscadas no porão de lojas de 1,99.

Cúpulas de lustres inventados e garimpados em lugares em que o artesanato de cipós, já descartados pela natureza e bambus são a fonte de renda de famílias inteiras.

Cheiros de outras épocas, de outras formas de vida que entram no presente e no vivente do Sítio, da Canastra e em nossa alma.

A ''LA SEBASTIANA''

Yo construí la casa. La hice primero de aire. Luego subí en el aire la bandera y la dejé colgada del firmamento, de la estrella, de la claridad y de la oscuridad.

Cemento, hierro, vidrio, eran la fábula, valían más que el trigo y como el oro, había que buscar y que vender, y así llegó un camión: bajaron sacos y más sacos, la torre se agarró a la tierra dura -pero, no basta, dijo el constructor, falta cemento, vidrio, fierro, puertas-, y no dormí en la noche.

Pero crecía, crecían las ventanas y con poco, con pegarle al papel y trabajar y arremeterle con rodilla y hombro iba a crecer hasta llegar a ser, hasta poder mirar por la ventana, y parecía que con tanto saco pudiera tener techo y subiría y se agarrara, al fin, de la bandera que aún colgaba del cielo sus colores.

Me dediqué a las puertas más baratas, a las que habían muerto y habían sido echadas de sus casas, puertas sin muro, rotas, amontonadas en demoliciones, puertas ya sin memoria, sin recuerdo de llave, y yo dije: "Venid a mi, puertas perdidas: os daré casa y muro y mano que golpea, oscilaréis de nuevo abriendo el alma, custodiaréis el sueño de Matilde con vuestras alas que volaron tanto."

Entonces la pintura llegó también lamiendo las paredes, las vistió de celeste y de rosado para que se pusieran a bailar. Así la torre baila, cantan las escaleras y las puertas, sube la casa hasta tocar el mástil, pero falta dinero: faltan clavos, faltan aldabas, cerraduras, mármol. Sin embargo, la casa sigue subiendo y algo pasa, un latido circula en sus arterias: es tal vez un serrucho que navega como un pez en el agua de los sueños o un martillo que pica como alevoso cóndor carpintero las tablas del pinar que pisaremos.

Algo pasa y la vida continúa.

La casa crece y habla, se sostiene en sus pies, tiene ropa colgada en un andamio, y como por el mar la primavera nadando como náyade marina besa la arena de Valparaíso,

ya no pensemos más: ésta es la casa:

ya todo lo que falta será azul,

lo que ya necesita es florecer.

Y eso es trabajo de la primavera.

{Pablo Neruda}

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